A 52 años del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, para nadie es debate que este hecho trajo consigo la instauración de un modelo de Estado y sociedad diseñado para liberar los mercados y proteger libertades de las empresas. En un contexto político de persecución y ejecución de cualquier persona que esté en contra de estas ideas, el marco jurídico sobre el cual se erigió este nuevo modelo no tuvo trabas y está claro que los sindicatos fueron y son un obstáculo en ese afán del nuevo modelo. Y, sin embargo, los mismos sindicatos y la huelga fueron efectivamente reconocidos por quienes diseñaron este nuevo modelo. ¿Por qué?
Partiendo de la base que los sindicatos nacen al calor de luchas obreras siendo perseguidas por el Estado, hoy en día son personas jurídicas legales, reconocidas por el Estado y, más aún, protegidas por el mismo derecho. Esta evolución, que los juristas bautizaron como “desarrollo trifásico”, es el ejemplo por excelencia de que el cupo en el marco del Estado de Derecho se ganó a pulso. La historia nos demuestra que el razonamiento del orden social concedió ante la eficiencia que mostró el movimiento sindical para representar y procesar conflicto social hacia las altas esferas y poder brindar salidas a períodos de caos retratados en los libros de historia.
Tomando en cuenta todo lo anterior, ¿en el Chile de hoy qué labor tiene una federación allí donde no hay un marco institucional que las mandate a hacer algo? Las respuestas son claras y no están en el Estado directamente.
La labor misma de ser una organización colectiva de sindicatos, así como los sindicatos son de trabajadores, remite a representar un interés colectivo y forjar a pulso la respuesta allí donde no la haya, sea el Estado o la contraparte de turno. La organización, federativa o sindical de base, nace de la necesidad de organizarse para empujar, no de un vacío en el diseño institucional que debiéramos ocupar.
Hoy ser un minero y minera de la gran minería privada del cobre, del oro o de otros minerales implica una forma de vida única, distinta de la norma y que debe ser escuchada tanto por las empresas a la hora de negociar instrumentos colectivos, compensaciones y beneficios; como también por el Estado, a la hora de diseñar o actualizar leyes y marcos regulatorios del trabajo y de la vida en nuestras zonas.
Ser una federación de sindicatos en el Chile de 2025 es constituir un actor que pueda hablar por nosotros para quien pregunte, quién pueda proponer o empujar urgencias de turno que nos afecten, ser una federación de sindicatos mineros responde primero a la necesidad de existir para después poder empujar; sin distinción de si hay una negociación ramal o un marco regulatorio que nos ampare o potencie; somos la necesidad de representarnos como un tipo de trabajador y somos la necesidad de empujar el interés de ese tipo de trabajador.
A 52 años del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, a más de medio siglo en este modelo, las organizaciones sindicales van resurgiendo y empoderándose. Eso tiene relación con que somos parte inherente de la sociedad moderna y con que no debemos esperar permisos ni justificaciones para existir, debemos empujarlas. La historia es clara y las lecciones las debemos sacar de certezas y no de promesas.